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5 Ideas para sobrellevar alegremente tus primeras navidades con bebé (O cómo no volverse tarumba en fiestas)

Hay quien las adora y hay quien no las puede ver ni en el cine. Hay quien las disfruta como un niño y hay quien desearía esconderse bajo la cama el 1 de diciembre y salir a 8 de enero. Seas del tipo de personas que seas, cuando llega un bebé a casa todo cambia. Y no es que pases a llevar diademas con cuernos de reno hasta para ir al baño cuando antes no sabías lo que era un belén; ni que ahora no puedas ni oler una zarzuela cuando las Navidades pasadas en casa de tu suegra te comías hasta las cabezas de las gambas sin rechistar. No.

Simplemente, de repente las multitudes te agobian. Simplemente, el cambio de ritmo te exaspera. 

Vamos a dar hoy unos pocos truquis (tan simples como los que se suelen dar en este blog, pero igualmente eficaces si se siguen al pie de la letra) para ayudarte a sobrellevar esta vorágine navideña sin un rasguño ni una pelea conyugal. Suena bien, ¿no?

1. Este va a ser el punto más importante, delicado y crucial, así que pon mucha atención, abre tu mente y no desestimes la idea por absurda o idealista, ¿de acuerdo? Bien. Ahí vamos. No hagas planes que no te apetezcan. ¡Uala! ¡Lo que ha dicho! Pues sí, sonará extraño... pero te recuerdo que no tienes ninguna necesidad (repito, ninguna necesidad) de pasearte todas las navidades de casa en casa y tiro porque me toca. Y aunque no me toque vuelvo a tirar. Es una idea muy aceptada la que dice que tenemos la obligación moral de hacer felices a los demás, complaciéndoles en todo lo que nos pidan (en este caso, haciendo grandes y largas reuniones navideñas). Bien, pues eso es un gran error. Primero, porque aunque hagamos todo lo que se nos pide, lo más probable es que si esa persona no fuera feliz antes de nuestra visita, esté igualmente insatisfecha de la vida tras ella. ¡No vamos a cambiar la vida de nadie con una visita o una comida navideña! Y segundo, tampoco nos corresponde a nosotros hacer felices a los demás. Cada uno ha de responsabilizarse de su propia felicidad (esto es válido también para las relaciones de pareja). Conclusión: ve a las reuniones familiares en las que te lo vayas a pasar bien. Reúnete y pasa tiempo con gente a la que quieras y con la que te entiendas y sepas que vas a pasar un buen rato. Y si esa reunión todavía no existe, crea tu propia tradición. Propón nuevas formas de celebrar la Navidad (ahora con la excusa del bebé, es más fácil) que te parezcan más acordes con las necesidades de tu nueva familia y tu forma de ver la vida. 

Evidentemente, condición indispensable es decirlo bien. Si vas a declinar una invitación que tiene tanta solera y buena prensa, lo mínimo es hacerlo con elegancia, alegría y buen humor. Desde la calma. Sencillamente, expresando tus nuevas preferencias.

¿Qué es lo peor que puede pasar? Pues que, a pesar de tu tacto y buen hacer, alguien se moleste porque no acudiste a esa reunión de tradición milenaria. ¡Pero si ni siquiera tuviste la decencia de estar ingresada en el hospital! ¡Cómo se te ocurre! Pero la vida es demasiado corta como para pasar medio mes haciendo cosas que no nos gustan rodeados de gente con la que no queremos estar. Creemos nuestra propia fiesta, una que tenga sentido para nosotros. Así, aquéllos que quieran unirse, lo harán, y los que no, ¡pues tampoco pasa nada! De la misma forma que a nosotros no nos gustan ciertos tipos de celebraciones, tampoco todo el mundo ha de estar de acuerdo con nuestras ideas innovadoras. Y no pasa nada. ¡La idea es que todo el mundo disfrute en estos días!

(Nosotros, por ejemplo, hemos instaurado una cena de Nochebuena sencilla en casa, solo mi marido, mis peques y yo, con los "yayos" paternos y maternos. Antes de la cena, intentamos siempre que podemos ir todos juntos a ver el pesebre viviente de Sant Joan Despí. A poder ser acompañados de nuestros adorados vecinos. De lo que se trata, al fin y al cabo, es de aprovechar estas fechas para hacer un pequeño homenaje a los abuelos, puntal excepcional en nuestra pequeña familia. Y queremos que sientan nuestro amor y se vean mimados y cuidados, por lo menos, ésa vez al año. Es una reunión tranquila y amorosa, con comida rica y mucho agradecimiento. Para nosotros, uno de los momentos más bonitos de las fiestas.)

Por si te sirve de utilidad para acabar de interiorizar (como dicen los modernos) este concepto tan rompedor que acabo de proponerte, te invito a ver un vídeo del psicólogo Rafael Santandreu en el que habla de cómo decir "no". Tan fácil y a veces tan difícil... Y si te queda tiempo, no dejes de ver éste otro en el que explica también cómo lidiar con la familia. ¡Por qué no enseñarán estas cosas en el cole!

2. Si este año ya llegamos tarde para hacer ningún cambio en el sentido del primer punto, recordad que sentimos en función de lo que pensamos. Si cuando estamos en casa de algún familiar que no nos cae muy bien estamos pensando cosas cómo: "Qué horror estar aquí. Esto no lo soporto. Otro año así y me da algo..." nos sentiremos angustiados y ansiosos. En cambio, si nos hablamos racionalmente ("Bueno, no es la mejor manera que pueda imaginar de celebrar unas fiestas, pero podría ser mucho peor. Por lo menos estamos todos este año, tenemos comida en abundancia sobre la mesa, fuera hace frío y aquí estamos al abrigo, calentitos... y mañana aprovecharemos para pasar el día en casita con el/la peque, dormir todo lo que podamos y ver mi peli navideña favorita") nuestras emociones automáticamente cambiarán y nos sentiremos mucho más tranquilos y contentos.

3. Las Navidades no son el momento en todo el año donde es de obligado cumplimiento ser felices. No está escrito en ningún sitio que tengamos que pasar unas fiestas de película de Disney. Por favor, relajémonos. No pasa nada si un día nos despertamos con el pie izquierdo -aunque ese día sea el 25 de diciembre. Será suficiente con acostarnos tempranito para controlar los daños, y listos. Mañana será otro día. Tampoco es obligatorio tener regalos para todos, pasar la Navidad acompañados, recibir mil objetos inútiles... No nos dejemos arrastrar por la marea y recordemos que nada de eso es realmente indispensable para nuestra felicidad.

4. Muy importante: no te sobrecargues de actividades. Ya no hablo solo de visitas a familiares y de comidas con sobremesas interminables, sino de salidas en general. Intenta encontrar el equilibrio entre socializar y descansar. Entre estar solos y acompañados. Entre aprovechar las vacaciones para hacer cosas y pasar ratos en el calor de tu hogar, tranquilamente. Hasta para aburriros, ¡por qué no! El aburrimiento está muy mal visto (¡pobre!) y sin embargo... ¡es básico para tu salud emocional! Además, tu pequeño/a agradecerá que no le tengas constantemente expuesto/a a estímulos de luces y villancicos, o pasándole de brazos en brazos.

5. No pases las Navidades echando de menos a los que no están, ni tampoco a los que están lejos. Si ellos estuvieran aquí, les gustaría verte contento, cantando villancicos a voz de grito, riendo y saboreando las especialidades navideñas que más te gustan (en mi caso, el foie, los polvorones, los bombones lindt y el panettone; sí, todo muy light, ya lo sé...). Seguro que dirían: "¡Aprovecha, tú que estás ahí! ¡Sácale a la vida todo el juguito que puedas! ¡Que esto se acaba!" Céntrate en lo que tienes, aquí y ahora, y no te obsesiones con todo lo que te falta, perdiste o podrías haber tenido, porque ésa es precisamente la forma más sencilla y rápida de amargarse la existencia. 

En definitiva, de lo que se trata es de pasar estas fiestas tan bien como el resto del año. Divertirnos, cuidarnos, hacer cosas que nos gustan, pasar tiempo con personas que nos quieren y a las que queremos, hacer cosas valiosas por los demás, disfrutar de nuestro tiempo de soledad y olvidar el pesadísimo eslógan "quién más tiene, más vale" con el que nos bombardean cada navidades para substituirlo por "las cosas más valiosas de la vida son gratis (y no son cosas)". 

Crea tus propias fiestas, inaugura nuevas tradiciones, rompe con las obligaciones.

Vive las fiestas a tu gusto y al de tu los tuyos. Según vuestras necesidades en cada momento.

Nada es inamovible y el mundo no se va a parar porque cambies algunas reglas. 

 

¡Uy! Y que no me olvide de desearos, a ti y a tu nueva familia... ¡felices fiestas!

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